domingo, 20 de junio de 2010

Capitulo I El comienzo.


Su agonía duró por horas, sus gritos y sollozos bañaron el bosque, ni un ruido podía interrumpir su sinfonía de lamentos, los animales se encontraban en silencio a la espera de su muerte una pareja de ciervos se acostaron como haciendo una reverencia a su rey, pero luego bajaron su cabeza, se entendió inmediatamente que ofrecían sus respetos a la agonía de ella.

Era extraño, a pesar de que estábamos en pleno día, en esta parte del bosque se veía completamente sumida por la oscuridad, ya que la luz escaseaba completamente por la espesa capa de árboles, su cuerpo se sacudió de tal manera que esta vez si parecía estar realmente poseída…

Llegó la hora –Anunció el hombre-

Luego de ese terrible movimiento calló con los ojos clavados en la copa de los árboles al pasar unos minutos su piel sanó completamente, su rostro reflejaba una hermosura inaudita al mismo tiempo sus ojos tomaron un color carmesí algo similar al de una rosa casi muerta, su cabello creció envolviendo su torso, como lo haría una enredadera en la rama más cercana, aunque para ser más preciso era como una serpiente asfixiando su victima. Su pelo era de un hermoso negro azabache, tenía unos rizos definidos a la perfección casi parecían bucles tenía una forma que evidenciaba su violencia, pero también su hermosura, la cual era su más grande arma.

Era como una veela de las que tanto me hablaba, su perfecta estructura ósea y su belleza era inaceptable, por fin ella estaba acorde a la hermosura de él, era inexplicable ver como incluso con su vestido roído por el fuego lo hacía parecer de alta costura. Sin percibir lo sucedido el tenía entre sus brazos un ciervo, la hembra para ser mas preciso, desde su cuello emanaba sangre, supuestamente Zoltan rozó con sus garras la garganta del animal -creo que en ningún momento percibí que el rasgara su gaznate- , la cierva se encontraba inmóvil, se podría decir que petrificada, de la nada ella se reanimó algo aturdida y sedienta, lo noté al ver como lamía el contorno de su boca buscando restos de lo hace un momento bebido.

Él puso la cierva a disposición de sus labios con una enorme facilidad, -como cuando un simple mortal levanta una pluma- con la misma ligereza ella la tomo y comenzó a beber –Era extraño, pero cuando lo hacía se veía más como un ángel, era una visión completamente hereje la que sostenía para ella, a cada segundo que bebía se volvía más perfecta-.

Detente antes que su corazón cese.

Ella le obedeció, a diferencia de hace un momento la sangre de su victima que corría cuesta abajo en su pecho fue absorbido por su piel llevándola prácticamente a una imagen única.-como la de un ser celestial-

Me miró sonriendo, se acercó y me abrazó muy fuerte al punto que el tuvo que intervenir antes que me matara, ella avergonzada bajó su cabeza, la acaricie, luego me acurruqué en su rostro con sus heladas manos, pero inexplicablemente para mi resultaban muy cálidas a diferencia de él que era más frió que el mármol.

-Mientras aún me sostenía, lo miró- Gracias… Tendremos que irnos –Dijo ella- no podemos regresar a nuestro hogar.

Yo si –Le dije, por supuesto se negó rotundamente- madre no podemos vivir sin dinero, a pesar de esto continuaba con su negativa.

Yo iré!!!...-Los dos miramos a Zoltan, ella continuó negándose a cualquier posibilidad, estaba realmente consciente de que si éramos descubierto sería nuestro fin. Cuando lo miramos nuevamente éste había desaparecido-

No tendré problemas, nadie me verá – Mi madre y yo giramos instintivamente, Zoltan se encontraba a nuestras espaldas con su amable sonrisa, luego de un momento ella aflojó-.

Así fue como él noche tras noche hacía viajes trayendo todo lo estrictamente necesario, cada día era más complejo, ya que nuestra mansión era custodiada por los llamados “Pastores” que no eran nada más que perros de la iglesia, al pasar de unos días él le daba lecciones a mi madre mientras ella leía libro tras libro, los cuales fueron escritos por Zoltan y hablaban sobre su condición.

El último día teníamos las suficientes pertenencias y dinero para comenzar nuestra vida de nuevo. Los carruajes estaban preparados para regresar a Hungría, nuestras pertenencias ya iban viajando a Budapest y serían acomodadas en nuestro antiguo castillo antes de llegar.

Esa noche Zoltan se demoró más de lo normal, Erzsébet estaba impaciente no sabíamos a donde había ido, teníamos lo necesario, creo que el nerviosismo de ella se debía a que ese día partíamos. Al pasar un tiempo que se hizo más largo de lo normal, vislumbramos su sombra él venía muy maltratado, pero con una gran sonrisa, mi madre y yo nos levantamos inmediatamente el se deslizó y dejó sus garras en mis manos, luego se posó frente a mi madre y depositó una pequeña caja de música que para mi madre era su tesoro más preciado, bueno después de nosotros claro, ella botó unas lágrimas antes de mirarlo con agradecimiento, él le sonrió, luego botó un poco de sangre por su boca que calló sobre parte de un ojo –como había sucedido desde su “nacimiento” como Zoltan lo llamaba, esta la absorbió- éste se lanzo a los brazo de ella y dijo…

Perdóname no podré ir con ustedes –Una nube de cenizas nos cubrió por completo, aparte de sus pertenencias calló una estaca poniéndole así fin a gran parte de nuestros visionarios planes-.

viernes, 18 de junio de 2010

Preludio.


Era 991, tenía 9 años, vivía en la región de Cárpatos, es increíble, pero aún nos seguían. Ya habían pasado cinco años desde que mi padre se había ido a la guerra y uno desde que nos confirmaron que él estaba muerto. La caza sobre “Los Herejes” aún permanecía. Mi madre hacía unas semanas, fue atrapada y para proteger mi vida decidió no escapar. Me entregó su varita, fue horrible ver como se consumía en la hoguera, mi desesperación la hizo desaparecer de la nada. En ese momento estaba pensado en un viejo lugar del bosque que habíamos visitados los tres, instintivamente corrí hacia allá, al llegar vi a mi madre, ésta se encontraba junto a un árbol, unos conejos miraban desde lejos, me acerqué a toda prisa, pero era como estar soñando, mi velocidad nunca fue la suficiente, una vez que la alcancé, su respiración era lastimera. -Ella reunió todas sus fuerzas, me sonrió a pesar de que no podía vislumbrarse muy fácilmente con su rostro completamente maltratado por el fuego. Entendí a que se debía su sonrisa era mi primera muestra de magia aunque todo apuntaba a que era demasiado tarde…-

-Mirar el rostro de mi madre de esa forma desgarraba mi alma, ella era una mujer inteligente, pero despiadada, claro conmigo fue siempre lo contrario, siempre amable, considerada y poseía una paciencia infinita para poder educarme.

Zoltan Duchan la visitaba siempre por las noches. Él la amaba con todo su ser, yo siempre tuve sospechas de lo que era aunque mi madre nunca me afirmó ni negó nada, creo que se debió al miedo de perecer en sus brazos, digamos que era su manera de protegerme del odio.

…Me acarició, aunque su rostro reflejaba el dolor que le provocaba esta simple acción. Luego de la nada apareció “él”, estaba completamente sumergido en la agonía, su rostro se encontraba bañado en lágrimas, me miró y me preguntó lo sucedido. Al terminar de contarle suspiro con agradecimiento, aunque el dolor y la angustia no desaparecieron ni por un segundo de su mirada…

Hazlo…-Fue lo único que dije antes de que el dolor me embargara por completo-

-Su respiración se fue apagando, el hombre me miró y habló, la condenaré eternamente dijo, mientras en su mirada se podía captar la batalla que tenía en su cabeza en ese momento-

Se lo debes, le dije entre sollozos que apagaban mi voz, él la tomo entre sus brazos y puso su cuello a merced de su boca, el reflejo de este acto fue único como si el destino esperaba que sucediera, la dejó tendida en el suelo, ella ya no se quejaba, era como si durmiera, con los ojos abiertos se tomó la muñeca y la perforó con una especie de garra metálica que tenía en sus uñas, comenzó a gotear casi instantáneamente y la puso a disposición de su boca, al comienzo solo caía, luego de la nada se levantó como si algo la hubiera impulsado, tomo su brazo y comenzó a succionar, al pasar un momento y con dificultad él logró zafarse, ella calló al suelo en la posición que él la había puesto al comienzo. Se comenzó a retorcer como cuando un taladro arremolina los nervios de tus dientes.

¿Qué hiciste? –Pregunté escandalizado-

Así es el proceso –se sentó y escondió su cabeza en sus piernas- Solo nos quedaba esperar.