viernes, 18 de junio de 2010

Preludio.


Era 991, tenía 9 años, vivía en la región de Cárpatos, es increíble, pero aún nos seguían. Ya habían pasado cinco años desde que mi padre se había ido a la guerra y uno desde que nos confirmaron que él estaba muerto. La caza sobre “Los Herejes” aún permanecía. Mi madre hacía unas semanas, fue atrapada y para proteger mi vida decidió no escapar. Me entregó su varita, fue horrible ver como se consumía en la hoguera, mi desesperación la hizo desaparecer de la nada. En ese momento estaba pensado en un viejo lugar del bosque que habíamos visitados los tres, instintivamente corrí hacia allá, al llegar vi a mi madre, ésta se encontraba junto a un árbol, unos conejos miraban desde lejos, me acerqué a toda prisa, pero era como estar soñando, mi velocidad nunca fue la suficiente, una vez que la alcancé, su respiración era lastimera. -Ella reunió todas sus fuerzas, me sonrió a pesar de que no podía vislumbrarse muy fácilmente con su rostro completamente maltratado por el fuego. Entendí a que se debía su sonrisa era mi primera muestra de magia aunque todo apuntaba a que era demasiado tarde…-

-Mirar el rostro de mi madre de esa forma desgarraba mi alma, ella era una mujer inteligente, pero despiadada, claro conmigo fue siempre lo contrario, siempre amable, considerada y poseía una paciencia infinita para poder educarme.

Zoltan Duchan la visitaba siempre por las noches. Él la amaba con todo su ser, yo siempre tuve sospechas de lo que era aunque mi madre nunca me afirmó ni negó nada, creo que se debió al miedo de perecer en sus brazos, digamos que era su manera de protegerme del odio.

…Me acarició, aunque su rostro reflejaba el dolor que le provocaba esta simple acción. Luego de la nada apareció “él”, estaba completamente sumergido en la agonía, su rostro se encontraba bañado en lágrimas, me miró y me preguntó lo sucedido. Al terminar de contarle suspiro con agradecimiento, aunque el dolor y la angustia no desaparecieron ni por un segundo de su mirada…

Hazlo…-Fue lo único que dije antes de que el dolor me embargara por completo-

-Su respiración se fue apagando, el hombre me miró y habló, la condenaré eternamente dijo, mientras en su mirada se podía captar la batalla que tenía en su cabeza en ese momento-

Se lo debes, le dije entre sollozos que apagaban mi voz, él la tomo entre sus brazos y puso su cuello a merced de su boca, el reflejo de este acto fue único como si el destino esperaba que sucediera, la dejó tendida en el suelo, ella ya no se quejaba, era como si durmiera, con los ojos abiertos se tomó la muñeca y la perforó con una especie de garra metálica que tenía en sus uñas, comenzó a gotear casi instantáneamente y la puso a disposición de su boca, al comienzo solo caía, luego de la nada se levantó como si algo la hubiera impulsado, tomo su brazo y comenzó a succionar, al pasar un momento y con dificultad él logró zafarse, ella calló al suelo en la posición que él la había puesto al comienzo. Se comenzó a retorcer como cuando un taladro arremolina los nervios de tus dientes.

¿Qué hiciste? –Pregunté escandalizado-

Así es el proceso –se sentó y escondió su cabeza en sus piernas- Solo nos quedaba esperar.

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